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Elmer Mendoza: «El policial es el género social por excelencia»

Por Carolyn Wolfenzon


El encuentro de una narración dura e intensa con ciertos elementos del periodismo de investigación, en un contexto de violencia y delincuencia aterrador, ha forjado desde hace algunos años la llamada narcoliteratura en México, corriente que no está exenta de críticos y escépticos, pero que definitivamente asoma con rasgos muy propios. Elmer Mendoza (Sinaloa, 1949), uno de sus más curtidos exponentes, habla sobre sus motivaciones y desafíos, y sobre la experiencia de escribir novelas policiales en tierras en las que los criminales parecen ser quienes ponen el orden y el control.

El detective de tus novelas, el Zurdo Mendieta, no solo no busca a los criminales, porque ellos llegan a él, sino que, además, todo el tiempo quiere cerrar el caso. ¿Cómo concibes el futuro del género policial en América Latina si la función del detective cada vez es más pasiva, más desinteresada y a veces hasta criminal?
¿Pasiva y desinteresada? No creo. Hay una mezcla de pasión y distancia en el Zurdo, porque tiene una vida que no se relaciona totalmente con su trabajo de detective. A veces odia su trabajo, a veces reconoce que es necesario y que es parte de un universo: el del crimen, que incluye delincuentes y policías. Y si la ciudad es pequeña, la convivencia es intensa. Siempre pensé en crear un detective diferente en algo, pero no al grado de ser pasivo y desinteresado o que resuelva los casos por casualidad. Lo de criminal es necesario, la delincuencia del siglo XXI es sanguinaria y un policía que no sepa enfrentarlos en su terreno es hombre muerto, incluso en la ficción. El género policial en América Latina crece. Día a día surgen autores y escritores interesados en este tipo de novelas. Creo que ahora es una tentación y pronto surgirán detectives que acompañen a Belascorán, Conde, Heredia, Brulé, Morales, Etchenique, Mandrake y al Zurdo, en tantos casos de corrupción y otros delitos del continente. Para nosotros, el policial no es un género menor, es el género social por excelencia, donde la sociedad es muy similar a la real.

¿Qué cosas le permite el policial a un escritor? ¿Qué nuevos territorios abre en comparación con otros géneros?
La libertad. El policial es un género en que se puede ser romántico todavía, en que puedes mezclar, utilizar los demás géneros libremente. Se puede ir desde lo histórico a la ciencia ficción; incluso la poesía tiene su lugar. También es un género que se autocritica y no lo sufre. Y bueno, la representatividad de realidades concretas siempre está presente. En cuanto a territorios, es un género duro, carece de moralidad y no teme revelar que ha evolucionado lentamente y revelar grupos sociales determinados y su aptitud para el delito. En cuanto a territorios estéticos, es un indicador que permite mostrar diversas formas de concebir al ser humano en su totalidad: bueno, malo, respetuoso, enfermo, angustiado, firme, soñador, bello, cruel; en la violencia, como víctima o victimario y mucho más. Eso exige un lenguaje, un tratamiento puntual de cada momento, un tono narrativo que impacte al lector, que debe imaginar según lo que se le proponga. El lector actual de policiales no solo se fija en la trama, se detiene en los motivos del «lobo» y especula; la realidad es un telón de fondo siempre presente, y los lectores pueden y deben comparar. Y es aquí donde la ficción y la realidad se toman un caldo amargo sin hacer gestos.

Hay algunos críticos de tu obra que consideran que afianzas un estereotipo al retratar el norte de México como un lugar signado principalmente por la violencia, la guerra de los narcos, los narcocorridos, los sicarios que actúan a mansalva. ¿Cómo podrías responder a esta crítica?
No respondo. Pertenezco a un ámbito físico, emocional y legendario. Lo domino. He recorrido los sitios que menciono. Mover personajes en espacios conocidos da confianza en el momento de escribir. Realmente no pienso en los críticos, aunque siempre les agradezco sus menciones, me ayudan a entender lo que hago y trato de responder con un nuevo libro mejor escrito; desde luego, de acuerdo a mi idea de narrar. El norte de México es un laboratorio muy activo y creo que eso ha creado pertenencias interesantes entre los latinos que quieren pasar y los gringos que no quieren que pasen. Esa actitud genera emociones, sobre todo genera nombres, palabras, y no es Estados Unidos sino el Gabacho, y ellos son gringos, güeros, patones y patrones, y la relación está llena de cuentos terribles y de humor, y como dicen Los Tigres del Norte: no cruzamos la frontera, la frontera nos cruzó.

De maneras distintas has venido trabajando el tema de una reescritura o prolongación de Pedro Páramo en la actualidad mexicana, en novelas como Cóbraselo caro, El amante de Janis Joplin y Balas de plata, por ejemplo. ¿Cómo funciona para ti la novela de Rulfo en tus textos?
Siempre sigo una obra maestra. Leo trozos de una obra maestra. Rulfo consiguió el equilibrio entre lo que se puede escribir y lo que se deja a la imaginación, utilizó el poder del lenguaje generado por la emoción de crear y se tomó su tiempo. Desde esa perspectiva, Rulfo está, debe estar, en mi obra. Descubro que utilizó tipos identificables y familiares del México posrevolucionario, además de dos líneas narrativas seguras y de prestigio: el amor/desamor y la fantasmagoría. Y contó. No temió mezclar, a elipsis largas que se alimentaban entre sí, sobre todo las que giran en torno a Susana San Juan, y dejó descansar su obra. No se apresuró, entendió que tenía una novela rara en su escritorio, una novela que era para un tiempo que estaba por llegar y se arriesgó, tanto que hasta su editor lo criticó en contra. Viva mi maestro Rulfo, que además hizo todo ajeno a las poderosas capillas en boga.

Esa elección de «seguir una obra maestra» cuando escribes tus propias ficciones, ¿obedece a qué? ¿Una visión de la literatura como diálogo? ¿Una necesidad de modelos? ¿La simple admiración?
Escribir una novela que sea obra maestra es imposible. Al menos posee una alta carga de imposibilidad. Sin embargo, sabes que hay otros que las han escrito y les han quedado muy bien; entonces en vez de lamentarte lees una de esas novelas para que te levante el ánimo. Es posible. Deja de especular y ponte a trabajar. Como dice mi otro maestro, Fernando del Paso: toma el toro por los cuernos. Una novela es una travesía y leer a los buenos da un poco de luz en un camino cuyo final se desconoce. También es para que no te andes creyendo antes de tiempo.

En Cóbraselo caro la obsesión de Nick es reconstruir las piedras de Pedro Páramo, es decir, reconstruir el rencor (porque Pedro Páramo es un rencor vivo), ya sin la esperanza de un reencuentro con el padre. Nick es un chicano que siente esta atadura con México y necesita buscar su identidad. ¿No es paradójico que la búsqueda de la identidad se relacione únicamente con un texto de ficción y con la reconstrucción de este cacique perverso? ¿Que sea la figura de Pedro Páramo lo que lo ate a México?
No sé si sea paradójico. Los mexicanos que viven en Estados Unidos tienen poderosos íconos que los atan: la virgen de Guadalupe, la comida, las iglesias, la selección de fútbol. Pureco tiene recuerdos y ataduras mágicas. Pretendo cristalizarlas, por eso viaja para encontrar los lugares que tienen que ver con Pedro Páramo. Con una forma de mexicanidad muy profunda que incluye lo que no existe. Buscar unas piedras que es imposible encontrar es similar a buscarse a sí mismo. Recuerda que la novela es grande porque admite varias interpretaciones. La personalidad de los caciques es tan fuerte que funciona muy bien como referente.

En El amante de Janis Joplin, el personaje principal, David Valenzuela, no tiene ninguna agenda, los narcos y los policías deciden su destino y él se deja llevar. ¿Es así para ti la realidad de los sinaloenses, de los mexicanos en general?
Nuestra realidad es múltiple, pero los cincuenta millones de pobres se dejan llevar por la voz que se escuche más fuerte. Bailan todos los sones. Somos un pueblo que se deja llevar en varios aspectos; por ejemplo, los políticos hacen lo que les da la gana y no los castigamos. Nuestra cruz es de olvido. La miseria hace a los pueblos acomodaticios e individualistas.

Una pregunta por curiosidad: ¿por qué el personaje se enamora de Janis Joplin? ¿Por qué de esa cantante en particular?
David se enamora de Janis por el orgasmo. Para algunos un orgasmo es la línea de vida perfecta. ¿Por qué ella? Cuando era estudiante, decíamos que Janis enganchaba hombres rudos en la calle, los llevaba a su habitación y los regresaba felices. Eso si no los atrapaba en un elevador como a Leonard Cohen. Hacer el amor con un personaje exige un encanto especial y David lo tenía: lástima que solo lo utilizó una vez.

Veo casi una sensación de apocalipsis en tu obra. Los personajes hablan de los guerrilleros como una moda pasajera, el comandante Lucas de Un asesino solitario (Marcos en la realidad) también está desacreditado, se alude a la revolución como una retórica sin significado. En general, el idealismo revolucionario latinoamericano, y concretamente mexicano, está desprestigiado por tus textos. ¿Eso es lo que piensas tú? ¿Compartes esa visión tan nihilista que tienen los personajes en tus novelas?
¿Nihilista? Echa un ojo a cómo han evolucionado, o involucionado, los movimientos y verás, ¿Marcos? Él tenía razón: es un mito genial. Puedes ver en nuestros países y sacar tus propias conclusiones. No sé de dónde eres, pero igual podrás notarlo: Venezuela, Centroamérica, Colombia, Perú, Brasil, ¡ah Brasil! Al final las izquierdas se han pauperizado críticamente. Gritan, marchan, se empoderan, pero no analizan; y a los que han alcanzado puestos en los congresos no se les ve seguridad y no negocian todo como deberían: a favor de los necesitados. Creo que mis personajes siempre me superarán y eso es sano.

Entiendo a qué te refieres. Como peruana, en mí también hay poco espacio para el idealismo revolucionario. Déjame reorientar mi pregunta hacia el futuro: ¿crees que hay alguna razón para el idealismo o el optimismo político en el futuro? ¿O no creer en ninguna posibilidad revolucionaria es ya la forma estándar de ser realista en América Latina?
Debemos creer, encontrar a los hombres y mujeres que nos representan, que hagan las nuevas leyes y políticas económica y social capaces de dar pasos importantes. Quizá deberían partir de nuestras necesidades concretas y hacer avanzar a nuestros países. ¿Deben crear industrias? No me importa quién gobierne: saquen adelante esa idea en beneficio de un grupo. Sé que mis ideas son elementales, pero en mi familia así se resolvían los problemas. Trabajando.

Si pensamos en el género del policial, tu obra borra la frontera entre el policía y el narcotraficante, y de alguna manera también entre México y Estados Unidos: los personajes van de un lado a otro, no te centras tanto en la dificultad territorial de cruzar la frontera, que es lo que la ficción suele hacer. Para ti, ¿cómo funcionan las fronteras en este mundo contemporáneo?
Tenemos un muro al norte y un río al sur. En el norte nos joden y en el sur jodemos a los que van a USA. Para mí la frontera se diluye un poco cuando puedo tener acceso a las señales de cultura, arte y educación del mundo. Hay elementos que pertenecen a todos. Soy de los que lloraron cuando derribaron las Torres Gemelas, con la destrucción de la biblioteca de Sarajevo y con ese asunto de que no puedo visitar Damasco. En México la realidad policiaca es tremenda en la frontera. Los agentes de migración son difíciles de engañar. La vigilancia con los drones es efectiva y definitiva. Una intromisión, pero nuestro gobierno no protestará en serio. Claro, esa frontera se diluye en el mundo del delito y en una novela que expresa el asunto también. Ahora que las crisis son más fuertes, las fronteras físicas también se fortalecen en el mundo. Sálvese quien pueda.

Las fronteras terminan siendo siempre instrumentos opresivos y marcas jerárquicas: un muro contra el cual la gente muere aplastada tratando de salvarse o de buscar otro mundo, y un instrumento de los nacionalismos y las xenofobias. Hablando de fronteras, ¿escribir literatura sobre la frontera es en cierta forma, para ti, escribir contra la frontera?
Nunca me lo he planteado. La frontera es un hecho y simplemente se hace presente, como el umbral de un sueño. Y si no existen, al menos para la ficción policiaca, demasiados elementos emocionales, pues tampoco me preocupa. Cuando pienso que es algo fácil de cruzar, recuerdo a Walter Benjamin.


Carolyn Wolfenzon (Lima, 1975). Ensayista y profesora en Bowdoin College (Maine).