Desvíos para lectores de a pie

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Poliantea

Publicado el abril 23, 2015

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Reseñas

Poliantea

Marco Aurelio Denegri (Lima, 1938) ■ Fondo Editorial UIGV (2014) ■ 248 páginas ■ 60 soles


Ensayos. En el capítulo «Ideas y creencias», que abre el libro, la primera cita corresponde a Apología del Sofista de Fernando Savater y destaca el oxímoron «tinieblas que alumbran», que hace referencia al pensamiento como atributo que dificulta la vida pero que también es la máxima expresión humana. Las tinieblas son la razón y la inteligencia enfrentadas a lo desconocido; la expresión lumínica de tal oscuridad son las ideas. Marco Aurelio Denegri, polígrafo autodidacta, viene formulando, debatiendo y aclarando ideas con análisis y evidencia desde hace décadas y es posible presumir que continuará por mucho tiempo más. Poliantea, voz griega que significa «de muchas flores», es una colección de apuntes y comentarios sobre distintas materias.

Lo cierto es que sería ligero denominarlos solo «comentarios». Muchos capítulos se constituyen en breves ensayos. Las polianteas fueron colecciones misceláneas enciclopédicas entre los siglos XVI y XVIII, que abordaban enorme variedad de temas, y en ese sentido el nombre de este libro es de sobra apropiado: va de la cacosmia al humorismo; de fraccionar la eternidad a los afiladores de cuchillos; de la problemática de dar las gracias, a la estupidez y la tristeza.
La vida es quehacer, la inmovilidad es la muerte. Y si el pensamiento es la esencia de la acción, este libro está más vivo que mucha gente sin espíritu por subyugación, limitación o preferencia. Es una expresión del quehacer que es la vida, por lo que resulta difícil imaginar a Denegri aburrido o tratando de matar el tiempo. Matar el tiempo es matar la vida y esa es predilección de los aberrados. Repito: la vida es quehacer. Y los hacedores son los menos, pero se multiplican con los libros.

Todo pensamiento es político, las ideas incomodan y las creencias acomodan. Todo lo que existe es susceptible de cuestionamiento y reflexión. Algunos temas de este libro pueden herir susceptibilidades, pero qué bien que lo hagan, porque hay honestidad, investigación profunda y una pluma certera y elegante. No hay nada más testarudo que los hechos, decía Lenin. Cuando se sabe que el escritor trabaja con interés, atención y perseverancia, uno puede aprender, cuestionar o incluso incomodarse para bien, que ya va siendo hora. Por Renzo Rodríguez


Recomendados:
Cualquier hombre es una isla (M. Montalbetti)
Acerca de la poesía y los poetas (A. Tamayo)

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Staccatos

Publicado el noviembre 20, 2014

Staccatos_(Fangacio)
Reseñas

Staccatos

Alejandro Susti (Lima, 1959) ■ Paracaídas (2014) ■ 165 páginas ■ 30 soles


Poesía. La prosa se llena de vigor cuando con sus componentes se desgaja la realidad de tal manera que pareciera que el idioma no tiene límites. Pero la prosa también alcanza su esplendor cuando las distintas dimensiones de la existencia humana –lo racional, lo emocional, lo sensorial– toman cuerpo en ella y nuestra conciencia no solo es capaz de percibirlas, sino también de reconocerlas como propias. Es así como el texto, útil en un principio para la narración o la reflexión, deviene en herramienta con la cual el individuo hurga en sí mismo.

Por ello, para leer Staccatos, la más reciente obra de Alejandro Susti, poco importa definir la naturaleza exacta –¿poemas en prosa, microrrelatos, una autobiografía? – de las prosas breves que la conforman.

Es cierto que su rasgo más sobresaliente es el de ser escenas pertenecientes a la historia de un individuo en formación mental y espiritual, desde la infancia hasta la juventud, que aprende a vincularse con quienes lo rodean y con el mundo en el que se halla. Mas no es su único rasgo. Son, además, textos por los que el narrador-protagonista consigue rescatar –y por ende retornar– a esos elementos que terminaron siendo los extremos de la trama de su vida.

En la prosa con la que se abre Staccatos encontraremos la siguiente observación hecha por el narrador-protagonista: «…el paisaje reposaba allí afuera como un lienzo enmarcado y contemplado desde el movimiento, mutando y repitiendo las formas de un tiempo hecho de pequeños calabozos que ignoran el panóptico, la panorámica vista que los organiza y domina, y que no existe más que en el futuro» (p. 12).

Luego de leerla, se podría creer que es el autor el que –así como aquel ojo– organiza sus recuerdos –un paisaje que es a su vez un lienzo– para analizarlos al escribirlos. La verdad es que la imagen es otra: es desde lo ausente que se crean estos apuntes.

De modo que son los elementos extraviados, esos que han sido dejados de lado en el camino, la fuente de donde surge las prosas de Staccatos: «De ahí en adelante, mi vida se convirtió en una red tortuosa de atajos por la que circulaban rostros y almas que se perdían como mariposas en las sombras» (p. 160). Por Octavio Urbano


Recomendados:
Laberinto de amor (Marco Martos)
Otros te(a)mores (Karina Valcárcel)

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La desmineralización de los árboles

Publicado el julio 15, 2014

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Reseñas

La desmineralización de los árboles

Julia Wong (Chepén, 1965) ■ Paracaídas (2014) ■ 66 páginas ■ 25 soles


Poesía. Uno de los ejes principales de la escritura de Julia Wong es la interpelación directa a la memoria íntima. No solo la suya propia como individuo, sino también la perteneciente a su familia y a sus ancestros. En sus libros es posible reconocer un circuito activo entre las terminales que constituyen la confrontación y la reconciliación con el pasado, tanto con sus huellas como con sus símbolos. El caso de La desmineralización de los árboles, su más reciente poemario, no es la excepción.

Aunque dividido en tres secciones –«Ramas», dividida a su vez en dos partes, «Dolor» y «Fiestas para un cuervo (celebración)»– y con diecinueve poemas compuestos en prosa o en verso, existe un único tono que lo recorre de principio a término y que revela una suerte de insatisfacción de la protagonista en cada uno de los textos. La intensidad utilizada para transmitir sus tribulaciones descubre la naturaleza de este tono.

Así, en un primer momento luce como un reclamo o un reproche ante los vaivenes que el tiempo le impone («Cae flácidamente mi piel/ Como el olor a tierra con estiércol/ Así como el universo busca a Sísifo, Sísifo me busca a mí»); pero también es una exclamación de la vida, de lo dinámico, de la transformación de la herida en costra y cicatriz («Mi omóplato destruido por el peso de los químicos/ Setecientos lunares escondidos bajo un gladiolo/ La tierra empieza a subir por mis pies/ Y se cobra la venganza de los desposeídos»).

Aquí hay que mencionar la relevancia que en el libro tiene la figura del cuerpo. Herido, enfermo, convaleciente, se asemeja a una criatura desesperada por librarse de aquello que la somete. El dolor hace del cuerpo un abismo ante el cual la memoria y la poesía fungen de puentes colgantes para la conciencia. Este decaimiento obliga a la protagonista a hurgar en sí misma, por lo que la recuperación física también será una recuperación espiritual. Para lograrlo tendrá que salir de su presente y viajar por los territorios más sombríos de su interior.

La desmineralización de los árboles es una bitácora de esa travesía, desde el encuentro con el dolor hasta la victoria sobre la muerte: un iracundo canto de esperanza. Por Octavio Urbano


Recomendados:
Agua de luna (Maruja Valcárcel)
Llamada perdida (Gabriela Wiener)

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